Cuantas veces te has preguntado: ¿por qué no logro conseguir eso que me he propuesto?
Hay miles de objetivos que nos proponemos (sobre todo en esos ‘momentos de cierre’ como puede ser el comienzo de un nuevo año), pero que se pierden por el camino. Y esa perdida da paso a frustración, baja autoestima, un concepto de un@ mism@ equivocado, como que uno no es capaz de hacer esto o lo otro, en comparación con los demás.
Existen numerosas variables que influyen en la falta de logro de objetivos que nos proponemos.
Las más comunes son:
- fijar objetivos que están fuera de nuestro alcance;
- fijar objetivos por ‘imitación’ (otr@s lo tienen o lo hacen, entonces yo también lo quiero);
- fijar objetivos de cara a fuera, a los demás, pero que no queremos de verdad;
- fijar objetivos por impulso y/o en momentos difíciles;
- fijar objetivos a partir de tal fecha o al producirse tal cosa.
La primera variable es verdaderamente común.
Un ejemplo muy sencillo es: querer perder mucho peso en 1 semana.
Este objetivo suele surgir después de haber vivido una larga temporada comiendo de forma no saludable, haber acumulado bastante kg demás, tener un estilo de vida poco saludable.
Y, en lugar de ser realistas y comprometerse con empezar un proceso de cambio de hábitos y asumir que el mismo requiere tiempo, compromiso y esfuerzo, pretendemos que el cambio se produzca en un plazo de tiempo imposible.
A lo mejor empezamos dietas drásticas, desequilibradas, nos apuntamos al gimnasio, haciendo clases o entrenos que no nos gustan, y al ver que a la semana no hemos perdido 10kg, lo dejamos.
El pensamiento recurrente en estos casos puede ser: ‘por mucho que lo intente, no lo consigo’. Esta interpretación, evidentemente, no es la correcta.
La segunda variable también es interesante.
Veo alguien que tiene algo (sin tener en cuenta que se ha esforzado o se está esforzando por conseguirlo), no me pregunto si realmente me interesa o si ese objetivo es acorde a mi necesidad presente, y decido que yo también lo quiero conseguir. ¡Porque sí!
Nuestros objetivos son ‘nuestros’, son personales y son el resultado de nuestra historia, de nuestras vivencias, de nuestras perspectivas futuras y de nuestras necesidades presentes.
Si primero no me paro a pensar qué es lo que necesito en mi vida y porqué, ¿cómo puedo perseguir un objetivo y dedicarle tiempo, energía y compromiso? Y si llego a conseguirlo, ¿me llenará? ¿cubrirá mis necesidades, si ni siquiera me he preocupado de entender cuales eran o cuales son?
Tercera variable: lo hago porque otros lo esperan de mi.
Otro ejemplo frecuente: hijos que deciden emprender una carrera universitaria según las expectativas de los padres. Ellos esperan que el hijo o hija sea ingeniero/a, cuando el hijo o hija desea estudiar para ser músico/a.
¿Cómo crees que te vas a sentir si decides perseguir un objetivo que otros han marcado por ti?
Cuarta variable, que esto se va haciendo más interesante aún.
A menudo nos dejamos llevar por nuestros impulsos y tomamos decisiones algo precipitadas y nos mentemos en unos berenjenales de cuidado!!
Un ejemplo, para darte una idea más concreta, podría ser: vivo una fase de estrés intenso y necesito hacer algo que me ayude a descargar tensión.
Pues, me pongo en internet a buscar y compro todo el equipamiento para hacer equitación, ya que se dice que los caballos tienen una energía que calma.
No miro si tengo algún centro de hípica que me sea cómodo, ni si los horarios y duración de las actividades se ajustan a los míos, ni si los costes que implica me vienen bien. Y lo más importante de todo: ¡no hago ni una sesión de prueba para evaluar si la hípica me gusta!
Además, si la fase de estrés que vivo se atenúa, se me olvida por completo que necesito algo que me tranquilice. El momento complicado ya no lo es tanto, puedo tirar y seguir adelante con lo que ya tenía y con como estaba antes. Así que me quedo con toooodo el equipamiento de equitación y, a lo mejor, no he pisado ni una vez el centro de hípica…
Quinta variable súper común: me pondré con ese u otro objetivo en cuanto suceda o haga esto y/o lo otro.
Lo que en otras palabra se llama: procrastinación.
La procrastinación, normalmente, es el resultado de una actitud evitativa. Me engaño a mi mism@ (y a los demás, si fuera el caso) diciendo que lo haré ‘después’, porque no me siento preparad@ para actuar. Me estresa la idea, no me veo capaz, tengo miedo al fracaso, ansiedad, baja autoestima, temo empezar para ver, sobre la marcha, que no poder o me aterra hacerlo mal y un largo etcétera.
Entonces, ¿quieres saber cuál es la mejor forma de conseguir lo que quieres?
- Pregúntate primero cuál es la necesidad que te mueve hacia ese objetivo.
- Identifica los motivos que te moverán hacia ello.
- Visualiza cómo te vas a sentir una vez lo consigas.
- Agrupa los recursos que puedes necesitar para conseguirlo.
- Y lo que siempre te digo cuando hablo de objetivos, traza un mapa de ruta y un plazo dentro del cual quieres conseguirlo.
Y si por la razón que sea no lo consigues, pues analiza qué ha pasado, cómo lo has gestionado y revisa si tienes la misma motivación o necesidad después de todo.
Las cosas pueden cambiar, podemos revisar nuestros objetivos sobre la marcha, rectificarlos, cambiarlos, decidir abandonar. O bien tomar conciencia que no hemos hecho todo lo posible para lograrlo.
Y no se trata de frustrarse, culparse y compararse (para mal) con otros que cuando se ponen, sí, consiguen lo que quieren.
Se trata de permanecer centrad@ en ti y prestarte atención, asumiendo la responsabilidad que te toca. Puedes decidir volver a intentar conseguir el mismo objetivo o empezar con otro nuevo.
Lo importante es aprender del proceso, porque todo sirve para evolucionar.
Un tema a parte es cuando conseguir lo que quieres depende de tus creencias, tema del que te he hablado en distintas ocasiones, pero que seguiré profundizando muy pronto.
¡Queda atent@ ;-)!
~
Vittoria Verì Doldo ~ Health Coach

