• Atención: Las personas detectan y se concentran más rápidamente en estímulos negativos, como amenazas o críticas.
  • Memoria: Los eventos negativos se recuerdan con más claridad y detalle que los positivos, lo que influye en la percepción a largo plazo.
  • Impacto emocional: Las experiencias negativas generan respuestas emocionales más intensas y duraderas que las positivas.
  • Toma de decisiones: Este sesgo puede llevar a evaluar riesgos y beneficios de manera más pesimista o cautelosa.[1]